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El canto blanco en la escultura

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En la esfera escultórica, el canto blanco ha experimentado una evolución notable. Inicialmente, se encuentran ejemplos de expresión popular, pero a partir de los años ochenta del siglo XX, artistas experimentados como Máximo Molendino, Francisco Peraza, Tomás Oropesa, y destacando tanto por cantidad como por calidad, Guillermo Batista, han realizado obras de gran calidad. Artistas emergentes como Aitana Cabrera, Rodrigo Concepción, Miguel Ángel Drija, Herminia Henríquez, Rodrigo Yubero, entre otros, también han optado por el canto blanco. Incluso artistas internacionales que visitaron la Fundación Gernot Huber, como Pavel Ehrlich, Thomas Radelof, Ives Rash, y el propio Germot Hubert, han utilizado este material.

La tardía aplicación escultórica del canto blanco se vincula con la evolución de los postulados estéticos. Bajo las premisas del Neoclásico, que consideraba al mármol blanco como el material por excelencia, se pensaba que el canto blanco no cumplía con las condiciones de resistencia, uniformidad textural y brillo superficial requeridas. Sin embargo, estos postulados fueron superados por el arte europeo del siglo XX y, de manera singular, en el XXI, donde nuevos valores como la singularidad textural, el gusto por materiales de trabajo rápido pero con acabados delicados, la correlación entre la obra y el espacio vivencial, la cercanía entre existencia/producción de materiales y su utilización, hacen que el canto blanco asuma estos valores de manera natural.

Este material exhibe lo singular, lo identitario y lo genuino sin renunciar a valores consolidados en la escultura en piedra, como planos y curvas amplias con aristas definidas y contornos nítidos. La mayoría de las obras en canto blanco destacan por el contraste entre su naturaleza ampliamente vesicular y superficies cuidadosamente lijadas, invitando al disfrute táctil.

El canto blanco, aunque localmente muy utilizado, ha sido menos estudiado, tanto técnica como históricamente. A pesar de su relevancia, la falta de atención se refleja en comparación con otros tipos de piedra. La revitalización reciente en su uso arquitectónico, especialmente en espacios complementarios y ajardinados, destaca su versatilidad. Además, su integración en construcciones bioclimáticas, tanto en interior como en exterior, no solo como elemento constructivo sino como una piel que envuelve y enriquece los muros, demuestra que el canto blanco es el material bioclimático más adecuado. Su estética, con texturas amplias y limpieza de corte, se alinea con las tendencias actuales.

En cuanto a la escultura, al revisar la obra de artistas que han trabajado la piedra volcánica, y específicamente aquellos que han utilizado el canto blanco, se pueden extraer algunas conclusiones:

  • Hasta el último tercio del siglo XX, no se realizaron o conservaron obras significativas en canto blanco.
  • El canto blanco es adecuado para los cánones estéticos de los escultores contemporáneos.
  • Los escultores que han trabajado esta piedra prefieren variedades masivas, de textura marcada pero uniforme, de color blanco amarillento con el mínimo de inclusiones líticas y brillo sedoso.
  • A nivel compositivo, la mayoría de las obras de gran formato están conformadas modularmente. Incluso las de menor formato se adaptan modularmente a los bloques ofrecidos por la cantera.
  • A nivel formal, predominan las obras de composición sencilla y planteamiento amplio, con superficies limpias, aristas definidas, valores táctiles marcados y acabados superficiales cuidados.
  • En múltiples ejemplos, se demuestra que este material, en apariencia frágil, tiene una considerable resistencia en exteriores, requiriendo cuidado y mantenimiento comparable al de otras obras de piedra en entornos similares.