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50 años trabajando los cantos blancos

Óliver y Félix González, el presente y el pasado de Cantos Blancos, al pie de la cantera. Fran Pallero

Una empresa familiar mantiene la explotación de una cantera de tosca o toba volcánica en El Río de Arico, de una manera singular

La sede administrativa y de exposición de Cantos Blancos se encuentra en lo alto de una montaña ya horadada, en medio de los terrenos del antiguo PIRS, en Arico. Fran Pallero
La sede administrativa y de exposición de Cantos Blancos se encuentra en lo alto de una montaña ya horadada, en medio de los terrenos del antiguo PIRS, en Arico. Fran Pallero

Félix González Alonso comenzó a trabajar la cantera de Cantos Blancos en 1968, tras comprar unas viejas máquinas en Lanzarote. Nunca abandonó los montes de Anaga, donde nació hace 88 años, en El Batán, siendo reconocido recientemente tras la declaración del macizo como Reserva de la Biosfera. Tras dos decenios al frente de la cantera, en 1988 Félix González le dejó el mando de la empresa a su hijo Domingo, y este a principio de este siglo ha situado a su hijo Óliver como máximo responsable. “Comencé viniendo después del colegio a echarle una mano a mi padre desde el 98, y luego ya no quería que me fuera y aquí sigo”.

Cantos Blancos dispone hoy de 40.000 metros cuadrados de terreno en la zona de El Río, en Arico, muy cerca de la autopista TF-1 y, curiosamente, dentro del antiguo PIRS, hoy Complejo Medioambiental de Tenerife. “Nos quisieron comprar el terreno en los años ochenta, pero tenían que pagarnos 75 millones de pesetas y les pareció caro. Hemos sufrido mucho los efectos colaterales por los olores y las moscas, pero ahora ya no resulta tan desagradable, aunque estamos rodeados de neumáticos por todos los lados; antes no se gestionaban los vertidos como se gestionan hoy, con las celdas de vertidos”.

Óliver González no sabe el tiempo que le quedará a la montaña para seguir trabajándola, pero calcula que aún tiene unos 10 metros de profundidad y puede durar 15 o 20 años más”, por lo que ya cuentan con una alternativa, en Chimiche, para seguir con el negocio, que no solo se dedica a la tosca o toba volcánica, sino también, en menor medida, a la conocida losa chasnera.

Cantos Blancos tiene la concesión de minas para explotar la cantera, renovación que se concede por unos 15 años y que se va ampliando, al ser canteras de 5.000 a 10.000 metros cuadrados.

“Cuando pides un plan de extracción en minas también tienes que presentar un plan de labores y restauración. Llevamos 50 años y no nos hemos comido mucho, si lo comparamos con todo lo que se ha comido el PIRS”.

Hablamos con Óliver y su abuelo en la oficina de Cantos Blancos, que se encuentra en lo alto de una pequeña montaña que fue horadada en su día y de la que “ya no podemos extraer más”, porque no tienen intención de cambiar la sede.

La gran burbuja inmobiliaria de finales de los 90 y principios de siglo posibilitó el aumento de la demanda y los bloques de 20 llegaron a doblar su precio, de tres a seis euros, para construcción y decoración. Recuerda su primer propietario, Félix González, que cuando se construyó el castillo de San Miguel “no pudimos atender a otros clientes, porque aquel castillo se llevaba todo lo que sacábamos, no dábamos avío”, y ahora, tras años de crisis, “las cosas empiezan a ser diferentes, aunque no hay una locura de trabajo”, confirma Óliver González. “Antes el bloque se utilizaba mucho para la agricultura, para casas rurales, y luego para la construcción y la decoración”.

Cantos Blancos cuenta solo con siete trabajadores, pero un gran equipo de máquinas, dos cortadores de cantera, tres montacargas, un pica-pica, dos retroexcavadoras, dos camiones de carga y el viejo Land Rover con el que empezó Félix González en 1968. “Es un tipo de extracción tan singular que no se ve en otras partes del mundo, quizás excepto en Italia, con una piedra que le dicen tufo. Casi toda la piedra, mármol, granito o losa chasnera, se extrae de un bloque grande con máquinas de hilo, sin embargo nosotros sacamos los bloques completos, con medidas estándar de 63 metros de largo por 35 de alto, y lo hacemos directamente, tras desmontar y dejando el suelo como una plaza, totalmente a nivel, rebajando capas de 35 centímetros”.

Aparte de los bloques, el polvillo que queda se utiliza también como puzolana para rejuntar bloques, hacer cemento o también es muy utilizado para la limpieza de tanques, como los de la refinería, por ejemplo.

 

Fuente: Reportaje recuperado de diariodeavisos.elespanol.com/, 2017